Mariano Rajoy fue electo presidente del Gobierno Español
Publicado: 29-10-2016
Los conservadores españoles festejaron la elección de Mariano Rajoy, líder del Partido Popular, para encabezar un gobierno en minoría con mandato para los próximos años. El escrutinio fue de 170 diputados a favor, los mismos de la primera votación, 111 en contra y 68 abstenciones. Asi se clausuró la más grave etapa de parálisis institucional y confusión generalizada desde que retornó la democracia tras la muerte de Franco.
En perspectiva, ha sido un largo viaje entre el Rajoy que perdió 3,5 millones de votos y 60 diputados en las elecciones del 20 de diciembre de 2015 –los 314 días de parálisis institucional durante los cuales ninguno de los cuatro bloques principales en los que se dividió el electorado logró gobernar ni pactar un Ejecutivo algunos de los otros–, y la abstención del socialismo quebrado por la peor crisis interna de su historia, que al final permitió que el conservador volviera al timón del barco del Estado.
Aunque muy debilitado, Rajoy consiguió sobrevivir, que no es poco. La izquierda fracasó rotundamente porque los partidos principales y un archipiélago de grupos que se expresaban más o menos con ellos, no supo ni pudo unirse para bloquear a los populares. Una profunda inmadurez y mezquindad ha impedido que se impusiera como alternativa.
Rajoy también ha perdido mucho. Se acabaron los días arrogantes, cuatro años, en los que funcionó el “rodillo de la mayoría absoluta” . En su discurso puso límites a lo que está dispuesto a ceder. Nada de lo más importante que sancionó en estos cuatro años. “No pretendan imponerme lo que no puedo aceptar”, advirtió.
La unidad de España es innegociable, en eso coincide sólidamente ante los independentistas catalanes con el PSOE y Ciudadanos. Tampoco va a realizar grandes concesiones en lo que definió como “estabilidad presupuestaria”. Advirtió Rajoy que “la investidura no es descargo de responsabilidad- Debe ser un compromiso de futuro.
Los socialistas insistieron en que estarán alertas y no le van a conceder al nuevo presidente ni los cien días iniciales de gracia. “Ni usted ni su proyecto cuentan con nuestra confianza”, advirtió el portavoz parlamentario socialista.
Menos agresivo que en el debate anterior, Pablo Iglesias ha defendido que la legislatura que comienza es “un epílogo” del actual presidente y se ha erigido en representante de una España del “futuro” y que va “en una dirección diferente” al PP.
Mientras en el recinto de deliberaciones proseguía la crónica del nacimiento de un gobierno en minoría, toda una novedad en la historia española, miles de manifestantes marchaban en la convocatoria “Rodea el Congreso”. El lema era “No a la mafia golpista. No a la investidura golpista”. La consigna más repetida fue: “PSOE, PP, la misma mierda es” y “No nos representan”, el viejo grito de los Indignados.
Horas antes se produjo una de las grandes novedades de la jornada. El ex secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, que dimitió el 1° de octubre en una tormentosa reunión del Comité Federal, renunció a su banca de diputados.
“Estoy en profundo desacuerdo con la decisión de abstenerse para facilitar la investidura de Mariano Rajoy. Pero no iré contra mi partido ni iré contra mi compromiso electoral”, proclamó. Después, anunció que los próximos días exigirá a la Comisión Gestora que termina su mandato, a convocar a un congreso extraordinario que llame a la militancia a elegir un nuevo secretario general, un cargo al que Sánchez evidentemente aspira, con buenas perspectivas de apoyo en los comicios internos.
La fractura del PSOE se vivió en el ámbito del debate y en los resultados. Quince legisladores rechazaron a Rajoy sin abstenerse como les mandaba el Comité Federal. Pero, además, algunos se abstuvieron en el escrutinio en voz alta, señalando que lo hacían por imperativo de la dirección partidaria. Las heridas no han cerrado ni mucho menos.